Marzo es el mes de la eficiencia energética y lo celebramos con la primera ley sobre este tema en la historia de Chile, la que nos permitirá mejorar nuestra calidad de vida, cuidando nuestro presupuesto y nuestro planeta.
Hay que ser muy claros: la eficiencia energética no implica bajar nuestra calidad de vida, sino que a través de acciones y decisiones a nivel productivo y cotidiano lograremos hacer lo mismo usando menos energía, o hacer más usando la misma energía.
Respecto de los beneficios a mediano plazo, estos serán múltiples. Estimamos que de aplicarse adecuadamente las medidas contempladas en la ley al año 2030, tendremos una reducción de intensidad energética del 10%, un ahorro acumulado de US$15.200 millones y una reducción de 28,6 millones Ton CO2. Esto equivale a evitar el recorrido anual de 15,8 millones de vehículos livianos o a la absorción anual de 1,8 millones de hectáreas de bosque nativo.
La Ley de Eficiencia energética tiene 3 pilares: A nivel de los grandes consumidores de energía –que representan el 35% de la energía total del país- deberán implementar Sistemas de Gestión e informar sus consumos energéticos anualmente.
Además, las constructoras e inmobiliarias exhibirán una etiqueta de eficiencia energética en su publicidad de venta, así las personas podrán elegir de manera informada una vivienda.
Tendremos también nuevos estándares para el parque vehicular nuevo, promoviendo la electromovilidad. Esto nos permitirá contar con ciudades más limpias y silenciosas.
Todas estas acciones ponen a Chile en línea con los mejores estándares mundiales en eficiencia energética. Esto adquiere hoy aún más relevancia, considerando que su incorporación representa el 35% de la reducción de gases efecto invernadero en nuestro país, siendo uno de los principales pilares estratégicos para alcanzar nuestra carbono neutralidad al año 2050.