Chile avanza en una hoja de ruta de minería polimetálica, sustentable y digitalizada, desafíos que hoy no permean a la mediana y pequeña minería. Los grandes ejecutores de esta ruta con la mirada puesta en el 2035 e incluso en el 2050, coinciden en incorporar 3 elementos indispensables para desplegar un plan que mantenga esta identidad, sin excluir a los más vulnerables en la cadena de valor.
Las fuentes de valor (social y medioambiental), los datos y las métricas para la definición de estándares que permitan la integración efectiva, y el desarrollo de proyectos sinérgicos con miras a políticas públicas, son la clave en esta estrategia.
Por su parte, la transformación digital de la minería que ya está anquilosada en el relato sectorial, debe ser entendida como la necesaria incorporación de tecnología para la conversión del negocio. Este esfuerzo va más allá del gemelo digital o de la automatización. La transformación digital va de la mano de la nueva tendencia de un negocio sustentable, de una minería verde. Debemos repensar el negocio con modelos creativos, capacidades nucleares, ciencia de datos aplicada, IA y robótica.
La agilidad organizacional y la cultura digital exige nuevos perfiles de cargo y claramente nuevas habilidades y conocimiento técnico y profesional en hombres y mujeres de la minería del mañana. La inversión en I+D+i sigue siendo precaria en la minería y se observa un desgaste tras tanto programa piloto que no deja de ser un buen esfuerzo aislado, pero que no logra generar sinergias entre la industria, el sector público y la academia, como nicho de la investigación y de formación del nuevo capital humano minero. Y la estimación de cifras sigue confundiendo la inversión en maquinaria respecto de aquella que aborda la verdadera transformación digital y la innovación.
Lo que sí es indiscutible es cómo este proceso aumenta la brecha digital. La mediana y pequeña minería no supera el 10% de representación del sector y su demora en la digitalización la hacen aún más vulnerable, exponiéndola a su extinción. La transformación digital no es posible sin la transformación de las capacidades y las competencias, además de la evolución desde una minería monolítica hacia un ecosistema de energía y minería, que incluye aspectos como logística, sustentabilidad, economía circular y una política robusta que rija en función de estándares y mejores prácticas comunes para el sector.
En este sentido, la transformación digital supera los límites de la tecnología. Incorpora la información que proveen los datos para un mejor modelamiento, toma de decisiones y proyecciones. Esta es la oportunidad de transitar desde el diagnóstico hacia el desarrollo de una estrategia nacional que conecte a la minería poli metalizada en una mirada común que incluya gestión hídrica, infraestructura, logística de distribución, transición a energías limpias. Solo así podremos imaginar un futuro minero para Chile.
Por: Arturo Alba – magíster en ingeniería industrial y académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias UAI