Lo mejor que puede pasarnos como empresas es adjudicarnos un contrato, obviamente, pasando las etapas del proceso: posibilidad de ser invitados a participar, estudio de antecedentes, visitas a terreno, presentación de oferta, consultas, aclaraciones, negociación, hasta llegar a la adjudicación. Es un complejo proceso, son las reglas del juego, las que se supone son las mismas para todos los competidores.
En columna anterior indicaba que muchas empresas quedan atrapadas en El Valle de Sísifo; es decir, en el trabajo esforzado pero inútil al final del día, pero ¿qué nos lleva a estas esperanzas frustradas cual ratones y niños seducidos por la música del flautista de Hamelin?
Varias razones explican esta realidad, pero un problema de base está en la general asimetría en los contratos y, muy en particular, en la siguiente cláusula referida al término anticipado del contrato: “La Empresa podrá dar por terminado el Contrato, en cualquier momento durante la vigencia, previo aviso por escrito al Contratista, sin expresión de causa alguna ni derecho a indemnización de ningún tipo para el Contratista”.
Para las pymes esta cláusula no es negociable y, firmado el contrato, las partes no serán iguales en su relación comercial. La pyme estará expuesta al peligro de decisiones unilaterales que el cliente no necesita explicar, transformándose en una relación de naturaleza fáctica, donde el argumento puede ser cualquiera que le dé una pátina de legalidad, para que parezca que no es arbitrario, pero que en definitiva le dan el poder total del contrato, pudiendo llevar a un proveedor a la precarización continua por el miedo a la aplicación de la mentada cláusula.
Los contratos del siglo XXI debe ser entendidos como el resultado del esfuerzo conjunto de las partes y, el documento resultante no debería ser interpretado con mayor severidad en relación con una de las partes con respecto a la otra, solo así se pueden construir relaciones de largo plazo, mutuamente beneficiosas y empresas robustas.
“Llegaron a una gran montaña, y con una seña, esta se abrió mostrando un mundo lleno de juegos, dulces y felicidad eterna. Todos los niños corrieron, y cuando estuvieron dentro la montaña, esta se cerró atrapando a todos menos a uno, que usaba muletas y al caminar más lento se había quedado rezagado del resto. Aquel niño, al ver como desaparecían todos se escondió, y esperó a que el flautista se fuera. Tras esto, el niño regresó a Hamelin y contó todo lo ocurrido a los adultos. El pueblo acudió a la montaña con palas y picos intentando abrirla, pero por más esfuerzo que hicieron, no lo lograron”. (Del cuento El Flautista de Hamelin)
Los contratos en una industria que pretende ser de clase mundial deben ser también de clase mundial.